"Ciudades prêt à porter” es un concepto que aplicamos al urbanismo, a la planificación urbana y en la generación de conocimiento, intercambio y debate sobre las ciudades.

Las combis ganan los clientes que pierde el transporte público


Regulados desde 1994 como “oferta libre”, los charters o combis han crecido exponencialmente en los últimos años, y hoy ya hay 350 empresas habilitadas, más otras muchas clandestinas, que diariamente llevan a la Capital a miles de personas desde el Gran Buenos Aires. Algunas cubren hasta 100 kilómetros. Son servicios que ofrecen puntualidad y un viaje más cómodo que en el transporte público. Eso explica que haya gente que pague 17 pesos por un viaje que en tren cuesta $ 2,20.



A partir de los años 90 se agudiza la crisis de los servicios públicos urbanos. Y mientras por un lado se mejora y extiende la red de autopistas urbanas, por otro, se relega al transporte público automotor y ferroviario, que ofrece un servicio cada vez peor. Con lo cual, quienes no podían afrontar los costos que implica desplazarse en automóvil, debían sobrellevar las pésimas condiciones de trenes y colectivos. Ante esta polarización creciente, han surgido alternativas intermedias en el sistema de movilidad: los charters. Surgidos de servicios “puerta a puerta” que empresas privadas ofrecían a sus empleados para asegurar su puntualidad, a medida que los servicios urbanos se deterioraban, su uso se fue expandiendo hacia otros usuarios y cubrieron cada vez mayores distancias y cantidad de viajes.

Desde el cordón

Los charters recorren en general distancias mayores a los 10 kilómetros. De modo que la mayor demanda se encuentra en los municipios del Conurbano bonaerense del segundo y tercer cordón. Lomas de Zamora, San Isidro, Morón, Tigre y Pilar constituyen algunos de los lugares clave de origen-destino. No obstante, muchos de los servicios diarios llegan a cubrir radios de hasta 100 kilómetros al Microcentro, como La Plata, Luján, Las Heras y Lobos. Hay también transportes exclusivos desde las principales urbanizaciones cerradas, como Nordelta y Santa Bárbara. Compiten varias empresas que premian al pasajero frecuente con reducciones de hasta 40%. De modo que con chequeras o abonos mensuales cada viaje se torna sensiblemente más económico. Según distancia y target, un viaje eventual suele costar entre 10 y 20 pesos. Los recorridos, sobre todo en las zonas sur y norte, a veces se superponen con las rutas de colectivos, pero dado que se adentran en los barrios periféricos y llegan al área central de la ciudad, los usuarios logran evitar trasbordos, largas esperas e incumplimientos de horarios. El tamaño de los vehículos ha ido creciendo con el tiempo y hoy conviven combis con minibuses y ómnibus. Si bien son 350 las empresas habilitadas por la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT), la prestación del servicio se ha expandido informalmente de manera exponencial.

Todos sentados

En 1994 la CNRT definió por vez primera el marco regulatorio de estos servicios alternativos de transporte de pasajeros, denominándolos de “oferta libre”, y estableció que debían trasladar únicamente pasajeros sentados y contar con una identificación exterior. Se determinaron 14 centros de trasbordo: Constitución, Obelisco, Correo Central, Retiro, Once, Chacarita, Plaza Italia, Caballito, Barrancas de Belgrano, Cabildo y Juramento, Liniers, Puente Saavedra, Plaza de los Virreyes y Nueva Pompeya.

Oportunidades

Para la licenciada Susana Kralich, especialista en transporte, las combis representan en muchos casos la única opción para movilizar a los sectores populares desde las áreas periféricas. También son una alternativa a la autoconducción para aquellas clases medio-altas y altas que predominantemente residen en barrios cerrados y demandan accesos rápidos a la ciudad central. El arquitecto Marcelo Hasse, especialista en transporte del Centro de Estudios de Movilidad Urbana e Interurbana de Personas, recuerda que surgieron criterios restrictivos de prestación del servicio, entre los que sobresalían la obligatoriedad de no tener más de cuatro paradas de origen y sólo tres frecuencias. E intentando limitar su capacidad operativa, se les vedó la operación en zonas centrales estratégicas. Sin embargo –destaca–, todo resultó en vano ante la ausencia de control por parte de las autoridades competentes. La falta de inscripción de muchas empresas en la CNRT, el transporte frecuente de pasajeros no sentados, el exceso de puntos de detención y de servicios diarios ofrecidos, la ausencia de cinturones de seguridad y de sobrepaso de las velocidades máximas han sido las principales irregularidades detectadas por los organismos de fiscalización. Como emergentes de un sistema de transporte público en crisis, los charters se han instalado como medio de movilidad alternativo para vincular a la periferia con el centro de la Ciudad. Dado que trabajan sobre demanda a modo de taxi compartido, se rigen por un principio de competitividad. Con un tránsito colapsado, los charters ofrecen hoy una oportunidad relevante para contribuir a desalentar el uso del automóvil particular en horas pico. Para ello deberán generar una adscripción plena a los marcos regulatorios y apostar a una complementariedad con los distintos modos de transporte público.

Para ricos y pobres

La demanda por transporte alternativo corresponde a sectores medios y altos, que buscan puntualidad y confort, pero también a sectores de menores ingresos, que viven en áreas periféricas con muy pocos servicios urbanos, entre ellos transporte público. Esta carencia se cubre con servicios alternativos, muchos clandestinos. Aunque impliquen mayores costos, se compensan con la reducción de trasbordos y tiempos de espera y viaje, así como por una mayor confiabilidad y comodidad.

Para las clases medio-altas y altas, los charters son un complemento que evita utilizar el automóvil o tener que viajar en pésimas condiciones en los trenes.

En cuanto a la oferta, la licenciada Kralich explica que las altas tasas de desempleo en la década de los 90 convirtieron a estos emprendimientos en una vía de solución para cientos de desocupados y subocupados. En el caso de las prestaciones clandestinas, la elusión de normas de habilitación, operación y la consiguiente evasión tributaria les permite ofrecer tarifas bajas, en franca competencia desleal con los servicios legales, a la vez que ponen en riesgo a sus propios conductores y pasajeros.

Publicado el 5 de septiembre de 2010 en Diario Perfil, sección El Observador.
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