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Montevideo metropolitana: conflictos de un crecimiento dicotómico


La urbanista e investigadora de la Universidad de la República analiza lo que llama la “latinoamericanización” de la ciudad capital de Uruguay, con su crecimiento vertiginoso y segregador y lo costoso que es continuar su expansión hacia el Este.

Desde hace varias décadas, Montevideo experimenta un proceso de estancamiento poblacional comparable al ocurrido en la Ciudad de Buenos Aires respecto de su Conurbano. No obstante, ambas ciudades siguen creciendo vertiginosamente. A pesar de que la metrópolis de Buenos Aires tiene más de 10 millones más de habitantes que Montevideo, las lógicas y procesos de construcción de ambas ciudades parecen tener ciertos paralelos, propios de la “latinoamericanización” de las ciudades. En entrevista exclusiva con la Arq. Ingrid Roche, urbanista e investigadora de la Universidad de la República, abordamos los modos y conflictos del crecimiento de Montevideo.

¿Cómo crece actualmente la ciudad de Montevideo y su espacio metropolitano?

Actualmente ocurren dos fenómenos determinantes del desarrollo urbano de Montevideo. Por una parte, las áreas centrales e intermedias se comprimen, pierden población, por envejecimiento, vaciamiento, por altos costos del suelo y de los servicios urbanos; expulsando población hacia la periferia. Por otra parte y asociado a ello, la ciudad metropolitana se expande, crece en sus bordes. Este proceso se da mayoritariamente en baja densidad, sin crecimiento poblacional significativo; vinculado a núcleos poblados pre-existentes a lo largo de las rutas nacionales.

Tal como ocurre en tantas otras ciudades latinoamericanas, como Buenos Aires, la tendencia de ocupación actual del territorio es la reproducción de patrones de localización segregacionistas, fundados en los precios diferenciales del suelo, acordes a las preferencias culturales que determinan al mercado inmobiliario y la rentabilidad para las inversiones.

Hasta la década de los 80, gran parte de los barrios y de las áreas centrales mantuvieron cierta heterogeneidad social. En la actualidad, en cambio, el desarrollo urbano de Montevideo está cada vez más marcado por una profunda fragmentación socio-territorial, por lo que actualmente se habla de la ‘latinoamerica nización‘ de la ciudad, que se caracteriza por la reproducción del hábitat de dos sectores.

En línea con lo expuesto, ¿de qué manera crece, entonces, la ciudad y su periferia?

Para los sectores empobrecidos, insolventes en cuanto a empleo estable y acceso a la construcción de viviendas, es muy difícil pagar los servicios urbanos, tradicionalmente muy costosos. Construyen así los “sectores informales”, cuya expansión se da hacia el norte y oeste, donde se reproducen en las peores condiciones, deficientes en calidades ambientales y de vida, con prevalencia de necesidades básicas insatisfechas (NBI).


El aspecto de estos asentamientos poblacionales es completamente diferente a los de ciudades y pueblos antiguos del Uruguay: no hay equipamiento urbano, iluminación, arbolado, pavimentos y drenajes adecuados; se ocupan terrenos inundables o de relleno con residuos tóxicos; los predios son pequeños; se vive en hacinamiento en viviendas de carácter variablemente precario y de baja calidad. En estos sectores, predominan familias numerosas, con más niños que el promedio, por lo cual actualmente se dice que existe una “infantilización de la pobreza” en Montevideo, porque la mitad de los niños viven con NBI.

En el otro extremo se da la “suburbanización” de las clases medias y medio-altas -en el sentido norteamericano del término-. Se produce fundamentalmente sobre lo que fueron espacios de las residencias de veraneo costero, por cambio de destino o sustitución, la ocupación progresiva de los fraccionamientos balnearios y su extensión. Este proceso se genera, en especial, hacia el este, históricamente en los barrios de Pocitos, Malvín, Carrasco, continuando en Canelones, y podría llegar a conformar una urbanización continua hacia Punta del Este.

¿Cómo se absorben los costos de ese crecimiento en materia de infraestructura?

En la extensión hacia el Este se presentan deficiencias infraestructurales, inexistencia del saneamiento público -por uso de soluciones individuales propias de menores factores de ocupación-. El costoso mantenimiento de estos barrios-balnearios ha implicado deterioro de pavimentos, contaminación de napas freáticas, baja calidad del equipamiento público, el transporte y la seguridad.

El ideal del modelo de suburbanización y búsqueda de “casa en la naturaleza, sol y playa” que llevó a sectores medios y medio-altos a optar por estas modalidades, con uso prevalente del automóvil privado, resintió la crisis en 2001-2002, aunque mantiene vigencia por los altos precios del suelo y servicios urbanos en la ciudad.

Ambos modos de ocupación del suelo, tanto de los sectores populares como de los más pudientes, implican que la sociedad en conjunto deba solventar los gastos de un crecimiento innecesario. Es innecesario porque la población no crece y porque las áreas ya consolidadas poseen niveles muy dignos de urbanización. Es innecesario expandir la ocupación del territorio, haciendo costosa la expansión de las redes y contribuyendo a la degradación del suelo.

¿Qué ocurre en los bordes, cómo se desplazan los usos, cuáles nuevos recibe?

Ese borde entre lo urbano y rural, que es el “periurbano”, como en toda ciudad en proceso de expansión, su localización es variable, resistiendo tensiones muy fuertes de ese crecimiento en expansivo. El periurbano montevideano tiene un área rural de gran potencial productivo en actividad -especialmente al suroeste departamental y en gran parte del territorio metropolitano- en la cual se produce la mayor cantidad de hortalizas y vegetales de consumo cotidiano para la población local.

Además presenta un alto potencial turístico-recreativo y de “nueva ruralidad” incipientemente explotado en los paisajes culturales productivos, en forma de chacras convertidas en salones de fiestas, establecimientos de descanso o eco-actividades y clubes deportivos.

También muchos potenciales cuasidesconocidos en las costas, sitios arqueológicos, montes, que la baja antropización de estos territorios ha preservado para el disfrute de habitantes y turistas. Este territorio de borde resiste las tensiones del crecimiento urbano para usos residenciales y por las localizaciones de equipamientos logísticos, de transporte y acopio de mercaderías y de generación de energía, que ya no tienen lugar en la ciudad.

¿Qué paralelos encuentra con el desarrollo urbano de la metrópolis de Buenos Aires?

En relación a los compromisos que debe asumir la planificación urbana respecto de esos territorios en transición, la gestión urbana debe asegurar la armonización de estos aspectos productivos, de servicios, de calidad ambiental y de vida, para la población actual y futura, y debe promover actividades y preservar valores naturales-culturales i-dentitarios, en el sentido de que la globalización no signifique la pérdida de lo local distintivo-positivo para la sociedad.

El área metropolitana debe ser objeto de gestión concertada, atendiendo especialmente los efectos ambientales que la expansión de sus bordes urbanizados provoca sobre sus cuencas hídricas, el tratamiento y disposición consciente de los residuos, la calidad de vida y accesibilidad a los beneficios de la ciudad para sus habitantes y visitantes.

Buenos Aires se reproduce bajo lógicas y conflictos similares, aunque a otra escala y bajo algunos patrones de crecimiento urbano que le son propios. A diferencia de Montevideo, la “urbanización de las élites” de Buenos Aires cuenta con la multiplicación de barrios y urbanizaciones cerradas. En Montevideo, en cambio, las políticas urbanas municipales y el Plan de Ordenamiento Territorial han impedido la aparición de estos barrios. Los escasos existentes se sitúan discontinuos respecto a la ciudad, en Canelones.

Publicado el 27 de noviembre de 2008 en El Cronista Comercial, Suplemento de Arquitectura
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